ALLÍ LLEGARÍA
Tenía los pies sucios y
magullados, pero a penas sentía dolor. Sólo sentía sed. Ya ni
siquiera sentía hambre. Llevaba dos días caminando. Caminaba hacia
delante, caminaba agotado, pero caminaba incesante. La región de
Tigray era árida y montañosa, su voluntad firme, su esperanza
hermosa. Caminaba hacia la capital, allí intentaría hablar de
alguna manera con algo llamado Europa. Allí gritaría que tenía
sed, que tenía hambre, que tenía derecho a llevar algo de ropa.
Allí moriría, de sed y de hambre, con la cabeza bien alta, con la
esperanza rota.
SALVADOS
De lejos, sus ojos sólo
provocarían compasión. Compasión en injusticia, menuda farsa
hermosa. Compasión en justicia, menuda utopía preciosa. Vistos de
cerca, sus ojos mostraban el secreto de la felicidad. Desde su
chabola de paja, desde su pueblo de barro, desde su vida de infierno,
Zafu miraba decidida a aquella cámara de fotos y a aquél hombre que
la llevaba. Estaba demasiado gordo, era demasiado blanco, parecía
triste e intentó salvarlo.