viernes, 26 de diciembre de 2014

SINTETIZADOR DE IDEAS

- El dolor ocupa lugar

- Solución (utilizable en toda índole de conflictos): Comunicarse, y no dar comunicando

- Para comunicarse bien, lo primero será mirarse hacia dentro  y descolgar

- Tener la certeza de que el tiempo lo cura todo, no le exime al ahora de su derecho a doler

- Luego: dícese de tarde

- La existencia no debería importarle hasta tal punto a uno, como para llegar a no dejarle existir

- Si el abrazado es el bueno, el abrazo lo es más

- Amor no falta, eso jamás. Lo que falta es dejar de amorfarlo o amorfaltarlo

- Respuesta (utilizable en toda índole de conflictos): No lo sé

- Hay gente tan buena tan buena tan buena, que no le parece que hay gente mala
- Hay gente tan mala tan mala tan mala, que seguro que son un poco buenos
- Hay gente tan buela tan buela tan buela, que todos somos ambos

- Nadie jamás te despertará mejor de lo que tú mismo serías capaz

- Sólo se le tocan las pelotas al que tiene las pelotas al aire

- Yo finjo, Tú finges, él vive
- Yo vivo, Tú vives, él bebe
- Yo bebo, Tú bebes, El babea
- Yo babeo, Tú babeas, El nos da igual

- Sinceramente, jamás dejo de mentir salvo cuando miento

- Diré algo, no obstante, prefiero no hacerlo

- Vivir enfadado no tiene sentido. Lo que a veces tiene sentido es enfadarse

- Vente y hagamos un trio. Tú, Yo y Ambos

- Si te atas los cordones...¿por qué no la calma?

- Sigamos adelante como si esta sección importara y si realmente importa, sigamos adelante


lunes, 22 de diciembre de 2014

VIVOS TODOS


Que viva el caos en su eterno caotizar. Que viva el caos, los caotizadores, los caóticos, los caotizantes.
Serenos todos. 
Que viva el caos en su eterna serenidad de liarlo todo robando la ilusión de control. Control del vivir, control de controlar, control de no soltar. Que viva los controladores, los controlados, los controlantes.
Inquietos todos. 
Que viva el caos en su inquieto doler calmado. Doler de no entender, doler de entender, doler intranquilo. Que viva los dolidos, los doledores, los dolientes.
Valientes todos.
Que viva el caos en su eterna puerta secreta al valor de tolerarlo. Tolerar el marear, tolerar el descontrol, tolerar el mirar y ver, tolerar el ver y no poder enfocar. Los tolerados, los toleradores, los tolerantes. 
Despiertos todos.
Que viva el caos en su eterno empujón hacia el cambio, hacia el crecer. Crecer en los cambios, cambiar creciendo, creer en el cambio. Los cambiados, los cambiadores, los cambiantes.
Nuevos todos
Que viva el caos y sus serenos, inquietos, valientes, despiertos y nuevos. Los humanos, los humanizadores, los humanizantes.
Vivos todos.

domingo, 14 de diciembre de 2014

CRÓNICAS DE UN CEREBRO

A veces le dolía el cerebro. Se llenaba de ideas y de conclusiones. Se llenaba de esa visión del mundo tan dañina para quien reza permanecer ciego. A veces ni siquiera sabía sobre qué eran las conclusiones o en calidad de qué le venian las ideas. ¿Era en calidad de recuerdo?¿de aspiración? ¿de frustración? ¿de hipótesis? No lo sabía. Por un momento, sólo se ahogaba en conocimiento, sin poder ordenarlo, sin poder entenderlo y lo que es peor, sin poder manejarlo.
Pero después, pasados esos primeros momentos, respiraba profundamente y las ideas se ordenaban, las conclusiones se entendían así como su por qué. El dolor de cerebro desaparecía en la medida en que respiraba y ordenaba. Todo resultaba precioso después. Todo resultaba verdad incluso lo poco que quedaba desordenado.
Se llamaba Enrique, y  sufría ataques de lógica. Tenía setenta y cinco años, y era escritor, aunque se ganaba la vida con la frutería que regentaba desde hacía ya cincuenta años. Sin embargo, cada mañana ante el espejo del baño se prometía que aquel sería el día en el que no iría a la tienda. Tomaría el manuscrito de una de sus novelas y se recorrería la ciudad entera, de editorial en editorial, presentando aquello que él había titulado 'crónicas de un cerebro'. Cada noche volvía a casa, y antes de acostarse dejaba en la cajita de la mesilla la recaudación de la caja,  se miraba en el mismo espejo y se acariciaba la desconfianza a golpe de convicción. Mañana quizás. Y es que a veces ocurre que la desconfianza se torna cobardía y uno se queda sin intentar lo que sueña.
Nunca había tenido hijos, en parte debido a que su mujer falleció a los pocos meses de haberse casado y en parte porque se sabía cobarde ante la realidad a la que los niños consiguen enfrentar a los adultos. Cada vez que alguien decía que los niños eran espontáneos, él entre dientes decía: lo que son es sinceros. Y Enrique se temía mucho. Sobre todo cuando sufría los ataques de lógica. De alguna manera era feliz en su tienda, sin hijos, con una rutina y soñando cada día con poder llegar a vivir de quien ya era sin saberlo. Un escritor que sufría de lógica y que encontraba que la vida era, a grandes rasgos algo aburrido, pues jamás la vida le había llevado a donde le habían llevado sus letras. Y eso que había pasado dos guerras y sus padres habían muerto muy jóvenes. 
Enrique quería a muy poca gente. Y además, aquellos a quienes quería, habían muerto hacía tiempo. A ellos, les habría dado el manuscrito y habría esperado paciente sus opiniones. Ahora, no tenía a nadie, hacía mucho que no tenía a nadie. Y no le importaba nada más que abrir su frutería cada día, y cerrar con una caja aceptable que le permitiera pagar las facturas. No sentía pasión por nada más.
Los últimos ataques de lógica, le habían dado sin embargo unas conclusiones extrañas, desagradables. Quizás, había vivido de manera cobarde. Quizás huyendo hacia delante. Quizás se había perdido, algo importante. Estaba cansado y confuso. Estaba despierto y alerta. Le dolía el cerebro y bajó a abrir la frutería, esta vez con el manuscrito por delante.

martes, 9 de diciembre de 2014

SIINTETIZADOR DE IDEAS

- Cuanta más duda, más acción...siempre que decidas

- Estaba tan harto de esperar sin saber, que se fue a comprar un reloj para esperar mejor

- Cuando quieren que quieras lo que no estás queriendo...¿quien puede querer eso? Quien cree quererte

- Cuando creen que quieres lo que no estás queriendo... ¿quien puede creer eso? Quien cree que te conoce

- Cuando te quieren queriendo lo que estás queriendo...¿quien puede querer eso? Quien te cree

- Cuando quieres que te quieran queriendo lo que estás queriendo...¿quien puede querer eso? Tú, queriendo

- Llevaba gafas para ver mejor. Se le olvidó que no estaba mirando

- La fantasía inunda la percepción

- La inseguridad creerá a pies juntillas a la percepción ahogada. ¡Flota!

- Estar sólo es tan maravilloso, que necesitas una frase para convencerte

- Estar con alguien es tan maravilloso, que sólo es mejorable por estar sólo

- Fiate tú de ti, que yo estoy ocupada desconfiando de ti

- ¿Qué pasa?¿Acaso es la primera vez que leeis a alguien pensando en escrito?

- Todos somos tan tan, que go go

- Si tienes ganas de llorar, llora. Eso sí, trata de que sea riéndote

- Tengo ganas. ¿y tú? ¿tienes algo?

- Por proponer que no quede... ¿te vienes y vivimos?

- Estoy tan alegre que me salen chispas de la tristeza

- ¿Querer podrá ser alguna vez algo más que distorsionar?

- Y a la princesa que sufría, le pasó a importar tres narices el por qué

- Y a la rana que besaba, le creció una corona, pero esta le picaba

- Felicidad: Dícese de...dícese

- Soy tan tímida, que alucinada estoy de mi escribimiento

- Me río. Y punto

lunes, 8 de diciembre de 2014

UN ABRAZO

Abrazar es como caminar con paso calmado, como correr una maratón hacia todos lados. Es como soplar velas de un candelabro, como acariciar el aire, como soplar vidrio, como concluir entre sereno y serenado. Abrazar y ser abrazado. Como uno más, como uno menos, como uno. Abrazar sin otro objetivo que llegar al abrazado. Ser abrazado sin otro objetivo que intentar ser llegado. Abrazar abrazando al ser amado y abrazar amando al ser abrazado. 
Abrazar es como sonreir desde dentro, como ironizar desde fuera, como temer desde cerca. Abrazar es como crecer desde el corazón, como pensar desde el cerebro, como ser relámpago en tormenta. Es como ganar certeza, como perder dolor, como querer quedarse, como decir adiós. Abrazar y querer ser abrazado. Como uno más, como uno menos, como uno. Querer ser abrazado como especial, como con cariño, como con felicidad, como con lugar. Abrazar para confirmar. Ser abrazado para ser confirmado.
Abrazar es como tener tiempo que no se acaba, como tener prisa con tiempo, como que no exista el tiempo. Abrazar es como el instinto respirando. Es como ser feliz estando, como existir no fingiendo. Es como dormir a un bebé, como señalar un acierto, como tallar madera. Abrazar y ser abrazado. Abrazar sin otro objetivo que abrazarse. Abrazar con el humor del rezagado, con la soledad del acompañado, con la libertad del soltero, con la felicidad de lo tolerado. Como uno más, como uno menos, como uno.
Abrazar es abrazar. Y lo demás, son tonterías.

LICAS

Sentía tanto amor siempre, que le resultaba imposible ser infeliz. Sonreía sin control, hablaba sin miedo aun sintiéndolo y poca gente le entendía. Tenía seis años y mucha vida por detrás. Se llamaba Licas y odiaba la mitología griega. Amaba todo. Amaba tanto, que amaba hasta lo que odiaba. A veces, él mismo se daba cuenta de que aquello no era común. Solía ver cómo la gente ponía caras extrañas cuando le oían hablar. Solía percibir, que sus palabras resultaban otro idioma. A veces, sólo a veces. Sus padres se habían acostumbrado a oirle hablar de amor y de la falta de este, del miedo y de la necesidad de este. Sus padres se habían acostumbrado, y ya no le oian. A fin de cuentas, tan sólo era un niño y qué podía saber él.
Licas se dirigió  a la fuente central de la plaza de los tulipanes. Estaba preciosa en aquella época del año. Era una fuente atípica y poca gente sabía que uno podía asomarse a sus aguas y ver el color de su ánimo. El de Licas, siempre era morado y a él le gustaba. Se sentía bien, se sabía bien. Era bien. 
Solía jugar con sus amigos en aquella plaza y de vez en cuando, le gustaba sentarse en el borde de la fuente  y balancear sus cortas piernas mientras observaba al resto de niños corretear, jugar, pelearse y sonreir. Le gustaba porque lo entendía todo mejor, como un gran puzzle que desde la distancia dibuja una perfecta imagen a la que no le faltan piezas. Sabía que desde cerca, la emoción dolida y asustada impedía la visión. ¡Qué importantes las piezas! , se decía, y volvía a jugar.
Un soleado día de invierno se acercó a la fuente. Una fina capa de hielo cubría la superficie de su agua. Aún así, pudo ver con claridad su color, morado. Y en esta ocasión, también pudo ver el de su padre. Era rojo y le extrañó. Le miró a los ojos mientras su boca se esforzaba por pronunciar y su ceño se fruncía. ¿Qué te ocurre padre? ¿Estás bien?,  alcanzó  a decir. Sí hijo, sólo un poco cansado,  no te preocupes, le respondió como de manera automática. Pero es que ya estoy preocupado, continuó Licas, ¿no podrías explicarme lo que ya percibo? dejarme a solas con la fantasía sería mil veces peor y me asustaría más, dijo mientras le agarraba la mano. La fantasía inundaría tu percepción, le respondió su padre, pero sólo si no te dieras cuenta de por qué podrías llegar a ahogarte. Flotar. Flotar es crucial. Ahora ve y juega como un niño. Lo que juegues hoy, será importante.
Sentía tanto amor siempre, que le resultaba imposible ser infeliz. Sonreía sin control, hablaba sin miedo aun sintiéndolo y poca gente le entendía.  Se llamaba Licas, y era un niño, un niño importante.


martes, 2 de diciembre de 2014

MENUDO CUADRO

Me llamo Jesús, y tengo 58 años. Me mareo. Pero no pasa nada, sólo todo. Y tampoco parece tanto sentado en el sillón, con una cerveza en la mano y la mirada perdida en el cuadro más feo que jamás dibujé. Desde luego era mejor en mi cabeza que lo que hizo aquel pincel. Por alguna razón, pensé que quizás el impulso era ser artista y no llegué ni a bromista. Pero ahora el problema es todo. Porque de pronto ya mi todo se ha convertido en nada y el futuro es otra cosa que ni siquiera estoy seguro de que esté después de ahora. Mi corazón empieza a estar algo mayor y cansado, o eso dicen los médicos. Pero bebo cerveza, total, un sorbo más...como mucho me ayuda a estar en después y que importe menos el cómo ha llegado. Pensé en girar mi vida, tanto que la giré 360 º y me quedé como estaba pero mareado. Girar mi vida, ¡Qué osadía! Mareado y frustado. Me tropecé en cuanto me puse a andar. Claro, un pie iba hacia delante y el otro hacia atrás, debí haberme dado cuenta de que no funcionaría. Pero si algo soy, es testarudo. Y no cualquier testarudo, soy profesional.  Profesional de tozudeces de mi cabeza, esa que tanto me miente. Esa que me hizo andar para quedarme quieto.
Todo me parece errático, influyente, trascendental. Y me lo parece porque nada es importante y eso es estúpido y contradictorio. Pero es así. Porque empezé a pensar, luego empecé a andar, luego giré para quedarme donde estaba y todo fue vital. Tanto, que ya no importa nada, sólo otro sorbo, a ver a dónde me lleva. Sentado en el sofá, mirando ese cuadro que pinté. Que tampoco está tan mal. Es feo, si lo miras desde la intención de que lo sea. Pero tiene su punto. Bueno mi punto, el que le di cuando osé abrirme. No pasa nada, sólo todo. Sentado en el sofá, con la mirada perdida en mi pensamiento de estupor ante la duda y el ahogo. Tampoco es que me falte mucho aire, pero me sorprendo necesitando respirar más. Todo me parece idiota, hasta tal punto, que me cuesta seguir. Ahora, todo es nada y eso me deja raro. Bebiendo otro sorbo de cerveza. Porque la vida quizás no sea otra cosa que sorbos extraños, sentado en un sofá con la mirada perdida, y el fútbol de fondo.
Todo me parece irrelevante. Tanto que sé que es importante, pero sólo durante unos segundos, esos que durará mi vida. Porque luego queda la nada. La nada de un montón de todos. Sentado en mi sofá, con la mirada en ese cuadro, el único que pinté, el que más me gusta. Es mi mejor obra, si olvidamos por supuesto, que también es la peor. Es el amago de cambio más atrevido que tuve desde que decidí moverme para quedarme como estaba. Total, ¿a dónde pretendía llegar?.  Todo es ya punto y final, con lo que me gustan los puntos suspensivos... Aún estoy algo mareado. Y me recupero, me centro. Bebo otro trago. Al fin y al cabo no puede cambiarse tanto sin moverse.
Todo me parece inquietante. Me pregunto si la gente pensará en estar viviendo. Tomarán conciencia de ese lapso de tiempo llamado vida en el que uno es. Pienso en ello, sentado en el sofá, con la mirada perdida.
Menudo cuadro más bonito pinté, quizás aún haya esperanzas. Menudo impulso más precioso. ¿Y si la felicidad ya estuviera siendo?
Me llamo Jesús, tengo 58 años, y acabo de despertar. Menudo cuadro