martes, 25 de agosto de 2015

TENGA USTED EL MOMENTO

Tenga usted el momento caballero, dama, estornuco o lo que sea de reflexionar. Téngalo con ahínco. Insistente y agitado, como un abanico. Voraz e iluminado, como si no pudiera terminar. Reflexione, sobre lo que quiera o sobre lo que pueda. Sobre lo que ame o sobre lo que odie. Reflexione, si fuera su caso, sobre el no querer reflexionar. No digo todo el rato. No digo durante las largas siete vidas de un gato. Digo un rato. Un rato tonto, de esos echados a perder. Invertidos en huir más que en estar. Reflexione con la intención de reflexionar. No se dedique sólo a funcionar bien o funcionar mal, si no a saber que está funcionando y desde ahí reflexionar. Sin mayor ánimo que estar tremendamente vivo un instante. Un instante pasajero y fugaz que se perderá en una eternidad de no reflexión. Un instante lleno de pasión. Luz. Aire. Ya. Tampoco es necesario quedarse en ello, pero trate de pasar por ahí y verá qué bello. Si huye, si teme, si tiembla, si se agobia... Qué precioso, tener a la lucidez de novia. Y no se equivoque, estar lúcido no es sinónimo de estar bien, pero desde luego que es sinónimo de estar. Y eso vale un potosí. Que sí, que sí dama, caballero, estornuco, merugón o lo que sea. Tenga usted el momento de reflexionar. Como aquél que más allá de un clik a una frase escrita en un bello fondo de pantalla, hace clik en algo muy hondo ganando así la batalla. No sea usted simplemente un trikano que pasa por la vida sin enterarse. O peor, no sea un gadesto que además de no enterarse de estar viviendo, se cree inmortal y ya verá qué risa cuando se acabe su retal. Dama, caballero, estornuco, merugón, trikano, gadesto o lo que sea. Reflexione. No importa si es de manera sosegada o ahogada (aunque la primera tiende a funcionar mejor). No importa si no lo ha hecho antes, no es hazaña que requiera guantes. No le va a pasar nada. Nada que no le esté pasando ya, solo que no lo está reflexionando. Se lo digo por mis antecedentes de nartero, que sé lo que digo. Un instante. Un momento. Un hallazgo. Un suspiro. Que oigan, yo como ustedes, al final de esta vida me piro y perderla en el camino es muy de dama, caballero, estornuco, merugón, trikano, gadesto, nartero o lo que sea. Y no estamos aquí para dar patadas sin saber en qué posadera, como si estuviéramos como una regadera. Locos, ahogados, verdes, agujereados y de cualquier manera. Vamos, yo lo digo porque ya vale ¿no? de seguir estirando el chicle hasta que aguante, de criar avestruces en nombre del tunante. De ver, oir y callar. ¿para cuándo el hallar? Tenga usted el momento dama, caballero, estornuco, merugón, trikano, gadesto, nartero, regadera o lo que sea, de reflexionar. Ya verá qué curioso lo que ocurre cuando se empiece a amar.


sábado, 22 de agosto de 2015

HABÍA UNA VEZ

Había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada. De fría fantasía, de dudosa morada. A la que le prometieron que sería querida. De perfecta manera, de caricia certera.  Que viviría un cuento de hadas. De lindos finales, de poesías reales. De opciones doradas. Que sabía que aquello no ocurriría. De dolido corazón, de lacerante razón, de sueño que moría. Pues había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada.  De triste mirada, de mentira arraigada. A la que se le rompieron los ideales. De perfectas maneras, de caricias certeras. Que le dio una patada al cuento de hadas. De farsantes finales, de poesías vitales. De mierdas doradas. Que sabía que no quería ser princesa. De innecesaria corona, de sonrisa burlona. De esperanza que cesa. Así que había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada. De calmada mirada, de estrecha entereza. A la que le nació una sonrisa. De inquieta soledad, de felicidad dorada. Que sabía que no era amada. De infinita manera, de autoestima que recupera. Que supo levantar la cabeza. De digna fuerza, de tristeza sin pereza. Pues había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada. Que siguió adelante ya que hasta el inffinito quedaban pasos de gigante.


martes, 18 de agosto de 2015

EL VACÍO

Pedro era un niño introvertido. Un niño de esos que las demás madres consideraban raritos. Tenía el pelo corto y graso. Tenía unas largas pestañas y una sonrisa burlona. Tenía una afilada lengua que casi siempre conseguía contener con pensamientos. Era zurdo y sólo sabía hacer la lazada bien en su zapato izquierdo. Tenía estrabismo y casi siempre vestía de manera desaliñada. Desde bien pequeño llevaba con él una pequeña bolsa roja colgando de su codo derecho. Su madre murió siendo él muy pequeño. Su padre jamás superó la muerte de su mujer y Pedro fue criado por su tía Inés. Inés era una mujer bondadosa, de esas que no te dan consejos porque saben lo insignificante de su opinión. Tenía una manera distinta de ver la vida. A veces, como decía ella "me pincha el pensamiento como desde lo más básico y me revuelvo sin entender absolutamente nada más que la certeza de que soy la única que sabe que no está entendiendo". Pedro adoraba a su tía. No entendía muy bien por qué. El era un niño, sencillamente la adoraba. Había en ella algo de maga  que le embriagaba y algo de bruja que le divertía. Ella fue la que, con motivo de la muerte de su madre, le había regalado aquella bolsa roja y le había dicho "llénala de lo que quieras, hay sitio para lo que tú decidas".
En más de una ocasión Pedro se había encontrado mirando aquella bolsa. Viendo su fondo y sabiendo que estaba completamente vacía. Estupefacto ante la duda. ¿Estaba vacía porque lo estaba o estaba vacía porque aún no había decidido nada?. 
Un día en el patio del colegio, los chicos que siempre se reían de él, comenzaron a burlarse y a chincharle porque su ojo estaba torcido. Ya se habían metido con él en otras ocasiones y, aunque con dolor, había conseguido no hacerles caso. Sin embargo, esta vez, un nuevo pensamiento cruzó su ático " si, está torcido, y sin embargo veo con él mucho más recto de lo que ellos jamás lograrán"" a quién le importa un ojo torcido, a mí no". Y de pronto, sintió que la bolsa roja pesaba un poco más. Miró dentro y una viva sonrisa alcanzó su boca. Eufórico, corrió a casa y le enseñó la bolsa a su tía Inés.  "yo no veo nada" le dijo ella "para mi está vacía". "pero tía, he notado el peso y mira, fíjate bien, dentro hay algo". Inés volvió a asomarse e hizo una mueca de indiferencia "vacío" repitió.
Pedro sintió que el peso de la bolsa disminuía. Qué lástima, ahora que empezaba a llenarla...¿debía dejar que se vaciara o debía sostener firme su peso? No sé, se dijo. Y volvió a sentir el peso. El peso del vacío. El vacío lleno completamente, de lo que decidió en ese momento.







lunes, 17 de agosto de 2015

ODIO ¿CUANDO?

Odio cuando te ausentas sin avisar. Odio cuando no contestas y sé que es tan sólo porque no quieres. Odio cuando está clara la distancia pero no te atreves a decirlo. Odio cuando sabes lo que nos pasa pero te lo guardas para ti. Odio cuando finges que todo está bien. Odio cuando lo afirmas y sé que no es así. Odio cuando está claro que todo zozobra y tú pareces no inmutarte. Odio cuando sé que dejaste de quererme y que me vas a dejar pero no terminas de hacerlo. Odio cuando callas, porque no otorgas. Odio cuando hablas, porque no te creo. Odio cuando explicas, porque te excusas. Odio cuando finges, porque se te ve la realidad. Odio cuando prefieres a tus amigos. Odio cuando la novia loca soy yo. Odio cuando es excesiva mi cordura. Odio cuando no quieres verlo. Odio cuando no me hablas de ti porque no te fias de mi. Odio cuando te hablo de mi porque sólo vas a entenderme desde ti. Odio cuando no me dejas salvarte. Odio cuando no me dejas ni acompañarte. Odio cuando pareces no querer que yo sea especial. Odio cuando todo se vuelve real y eso te aburre.
Lo odio porque es ficción. Odio cuando presupongo porque al final impongo creando realidad.
Odio cuando odio todo lo anterior, porque lo único que me pasa es que temo que ya no me quieras. Y entre odiar y temer. Y entre temer y odiar. Lo que me pierdo es el querer.

miércoles, 12 de agosto de 2015

¡VIVA!


Viva está la vida cuando te atreves a enfrentarla. Viva e intensa cuando te atreves a abrazarla. Viva y sonriente. Viva y reconstituyente. Viva y pobre cuando no hay por donde calmarse. Viva y ágil cuando dos comienzan a amarse. Viva y radiante. Viva y alejada de culparse. Viva e insegura cuando crees que ya te amaste. Viva y fuerte cuando ya lo hiciste. Viva y aburrida cuando no la regaste. Viva y fuerte está cuando despiertas un instante. Viva y coja cuando la moral es floja. Viva y risueña cuando de ella te haces dueña. Viva y determinante. Viva e impresionante. Viva está cuando alguien nace. Viva y nueva. Viva mientras otra yace. Viva está la vida cuando el beso te llega. Viva y enamorada. Viva y ciega. Viva en su morada.  Viva y traicionera cuando esperas de alguna manera. Viva y doliente cuando no te entiendes con la gente. Viva e inteligente cuando no todo es aguante. Viva y constante cuando todo va como la seda. Viva e inesperada. Viva y rocambolesca. Viva está la vida cuando tropiezas con la muesca. Viva y furtiva cuando la mortalidad es tu giba. Viva y valiente cuando le hincas el diente. Viva y con suerte. Viva y con fuerte. Viva y con muerte. Viva.