miércoles, 28 de enero de 2015

DE EXPRESION EN EXPRESION Y TIRO PORQUE ES CULTURA

Se había puesto de punta en blanco porque la ocasión la pintaban calva para explicarse, pero no dejaba de soltar las verdades de perogrullo. Si llega a aclarar que a la mano cerrada se le llama puño, apaga y vámonos. Había pasado toda su vida metiéndose en camisas de once varas , daba palos de ciego sin ser capaz de darle al césar lo que es del césar. Se mantenía erre que erre en su idiotez y la sensatez brillaba por su ausencia. No dejaba títere con cabeza cuando se trataba de poner de vuelta y media a la gente del pueblo. Si sus padres le hubieran controlado mas, o antes, otro gallo habría cantado. Pero ahora ya , a buenas horas mangas verdes, se había armado la gorda.

Estaba ante el juez. A seguro se lo llevarían preso si seguía estando en babia y no era capaz de defender su inocencia. No iba a ser fácil convencerle puesto que el juez no acababa de caerse del nido y además no tenía ninguna prueba ni testigo que apoyara su versión. Pero él siempre ponía a mal tiempo buena cara. Siempre veía el vaso medio lleno. Así que trató de poner los pies en la tierra y encontrar algo que le hiciera separar el grano de la paja. Le dijo al juez que era muy buena persona y que además iba a la iglesia todos los domingos, esperando que a este se le ablandara el corazón

- ¡A otro perro con ese hueso! - le dijo el juez poniéndole los puntos sobre las íes - Habrá de ser más convincente y preciso si quiere salvar el culo de esta. Así que rece, pero siga remando.

La última vez que le habían visto, estaba poniéndose las botas en una taberna. Se había tomado, a ojo de buen cubero,  dos pollos. Y es que ya se sabe que el comer y el rascar, todo es empezar. Se le hacía la boca agua pensando en el postre. Había empinado el codo demasiado y le contó al camarero la Biblia en verso para que le fiara, pero este, le dijo que el horno no estaba para bollos, que ya le había dicho un pajarito que no se podía poner la mano en el fuego por él. Lloró lágrimas de cocodrilo pidiendo que hiciera borrón y cuenta nueva. Ya le habían colgado el sanbenito de ladrón otras veces y siempre había conseguido poner pies en polvorosa a tiempo. Quería poner las cosas claras y el chocolate espeso, porque él gorrón sí, pero ladrón nunca, por lo menos en aquella taberna. Comer de gorra, no era lo mismo que robar.  En su opinión, eso era buscarle tres pies al gato. Porque en aquella taberna, él nunca había robado. Otras veces, la casa había invitado. Así que pagó a regañadientes, y salió por la puerta pensando aquello de que donde las dan, las toman, y que ya se serviría la venganza.
El problema era que poco después de que él hiciera mutis por el foro, un hombre encapuchado puso todo patas arriba. Y entre otras cosas, se había llevado el postre al que él le había echado el ojo previamente. Además, medía lo mismo e iba igual vestido. Que también, era mala pata, que el ladrón y él parecieran cortados con la misma tijera. No podían ser como la noche y el día, ¡no!
Estaba con la soga al cuello. Pero él se sentía cabeza de turco. Estaba cargando con el muerto de otro infeliz, estaba pagando el pato. En el fondo, era un diamante en bruto. Sabía que no podía demostrar de la noche a la mañana lo bueno que era y la pasta real de la que estaba hecho, sobre todo cuando sólo había sido un buen samaritano de Pascuas a Ramos.
Y ahí estaba, ante el juez. Sudoroso.
En la sala no cabía ni un alfiler. Su abogado, le había recomendado durante la pausa, no decir ni esta boca es mía, ya que en boca cerrada no entraban moscas. Demasiado había piado ya. Estaban dispuestos a mandarle al otro barrio. Pensaban que muerto el perro, se acabaría la rabia. Así que estaba en la cuerda floja, además, no estaba dando pie con bola. Aunque él pensaba que en esa sala había demasiado perro ladrador. En la vida no todo era de color de rosa y él ya estaba curado de espanto. Y aquello, tampoco era nada del otro mundo. Así que decidió tomar la sartén por el mango y en menos de lo que canta un gallo les tuvo a todos atentos a sus palabra, e intentó hacerles entrar en razón, mientras a su abogado se le salían los ojos de las órbitas. Aquí el que no corre vuela y a fin de cuentas se encontraba entre la espada y la pared y ya no podía escurrir el bulto más.

Argumentó que no era tan fiero el león como lo pintaban. Reconoció que se había pasado de rosca pero no estaba dispuesto a poner la otra mejilla. No le importaba rasgarse las vestiduras ahí, ante ellos. A tal señor, tal honor. Sabía que tenía que hilar muy fino para conseguir fumar la pipa de la paz , porque el juez era un hueso duro de roer que ya le había dicho que no gastara más saliva, que las mentiras tenían las patas muy cortas y que más valía prevenir que curar. No podía bajar la guardia, podía ir a por lana y volver trasquilado, pues no le serviría tan sólo dorarles la píldora. Siguió argumentando, trató de ir al grano y no irse por los cerros de Úbeda. El tiempo era oro. Defendió, como quien no quiere la cosa, que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón y que la ocasión hace al ladrón. Y matando dos pájaros de un tiro, acusó al tabernero y se defendió.  Admitió haberle robado en el año de la Polka, a lo hecho pecho. Pero negó haberlo hecho armado hasta los dientes y hacía tan pocos días. Argumentó que en aquellos años, eran tiempos de vacas flacas y que andaba de capa caída. Su jefe le había prometido el oro y el moro y al final, ¡naranjas de la China!, había terminado pasando las de Caín y con el agua al cuello, pues el jefe les dejó en la estacada. A tal punto, que él, y muchos se habían tomado la justicia por su mano. No quería echar más leña al fuego, pero instó a que quien estuviera libre de pecado, tirara la primera piedra.

Comenzó un murmullo en la sala y de pronto vio el cielo abierto, pues todos  decidieron echar pelillos a la mar. Nadie quiso hacer más preguntas, pues la curiosidad habría matado a tanto gato.

Se fue a casa, se lió la manta a la cabeza y cortó por lo sano. A fin de cuentas en aquel pueblo comenzaban a ver de qué pie cojeaba y eso, para su profesión, no era nada bueno.
Emprendió un nuevo camino en busca de un hogar, dulce hogar.

A buen entendedor, pocas palabras bastan.

LA CUENTA ATRÁS


Noventa y nueves veces tuve el impulso de matar a las noventa personas que me habían herido en mi corta vida. Ochenta pensamientos se acercaron a intentar silenciar lo que setenta emociones gritaban con fuerza. Pero ni sesenta soldados a caballo ni cincuenta agentes secretos habrían conseguido parar lo que cuarenta sinapsis asesinas buscaban aliviar en los siguientes treinta segundos de aquel soleado día. Y es que veinte eran los años que yo tenía, cuando con la fuerza de diez bueyes, tomé aquél puñal forjado en venganza y en un segundo, te lo clavé.

miércoles, 21 de enero de 2015

A CADA TE QUIERO

A cada uno de los besos que aún no te he dado y a cada una de las miradas que ya has entendido. A cada sonrisa pícara, a cada idea cómplice. A cada cabreo. A cada certeza tras el cabreo. A cada caricia que aún no has recibido. A cada dulzura no pedida. A cada paso, de cada minuto, de cada vida. A cada instante que ya te quise y a cada segundo que prometo quererte, incluso cuando te odie. A cada temblor por no quererte. A cada nervio por ya quererte. A cada tropezón del que ya conseguiremos levantarnos. A cada manía, que ha dejado de importarme, porque te quiero, sobre todo por ti. A cada tick, que ya no percibo. A cada amigo que con orgullo te he presentado. A cada amigo, que con felicidad te ha conocido. Porque ya me acuerdo de cuando te conoceré. Porque de alguna manera, ya lo he hecho. Porque siempre estuve bien sola hasta verte, que estuve un poco mejor. A cada vez que me bajarás de las ideas para regalarme sensación. A cada sensación que no sabré manejar pero en la que estaré orgullosa de perderme. A cada pupila llena de brillo y a cada sábana compartida. A cada esperanza y a cada realidad. A cada duda, desde la que nos haremos añicos. A cada abrazo desde el que nos recompondremos. A cada vez que confiemos. A cada vez que no te inventes lo que quiero.  A cada libertad con la que te recibo y te espero. A cada pasión con la que te miro y babeo. A cada te quiero, porque ya es de verdad.

martes, 13 de enero de 2015

CARTA AL AMOR

Te escribo a ti, amor. No a cualquier concepto de amor si no al concepto que yo siento. Y entiendo que calmas. Y entiendo que tienes consecuencias. Y entiendo que haces sentir. Pero haces sentir tanto, que no me da tiempo a entenderte. Porque soy cobarde por ser dsconfiada, porque soy valiente por reconocerme cobarde. Porque tiemblo por temer hacer temblar. Porque sé que ya se tiembla y no soporto la culpa, el miedo y la duda de un entorno que no te entiende como yo te entiendo. Porque creo entenderte cuando muchas veces resulta imposible. Porque eres emoción, y eso no siempre es comprensión, ni lo esperado, ni lo deseado, ni lo pedido...porque eres demasiado sentimiento para un cerebro que teme sentir o querer pero que se permite sufrir miedo.
Te escribo a ti, amor, que eres demasiado bueno para alguien que no sabe vivirte sólo porque no sabe aceptar que a veces dueles. Te escribo porque no puedo más. No sé manejar la duda que provocas, los nervios de los que te jactas. No sé manejar ni siquiera la certeza que llegas a dar, pues no la creo. O al menos no la creo digna de mí. Te escribo porque la gente parece sufrirte y  aún así, sigue buscándote. ¿Es para sentirse único y no morir solo? ¿Es para acariciarse el ego cuando se tambalea? ¿Es para ser feliz? ¿Es que acaso no les haces temblar tanto?
Te escribo a ti, amor. Porque no tengo ni idea de qué hacer con lo que siento. Y no entiendo cómo la gente parece tenerlo tan claro. Cómo hace la gente para seguir adelante incluso estando muerto de miedo. Incluso dudando horrores. Yo no soy capaz de dar un paso. E incluso así, quieta, sin avanzar, la idea de que pases y me roces me estremece. Incluso quieta, me muevo. Sé que no sé vivirte, porque sentirte te siento...pero no sé vivir lo que no entiendo. Y eso me deja lejos de ti en soledad o cerca de ti con mucho sufrimiento.
Te escribo a ti amor, porque no sé porqué te añoro tanto. Si ni te entiendo, ni te busco, ni te provoco...eso sí, te siento.
No sé porqué te añoro tanto. Si te temo cuando te tengo y me temo cuando no te tengo.




martes, 6 de enero de 2015

TOMATE TU TIEMPO

Tómate tu tiempo, porque ahora duele. Ahora rabia. Ahora mata.
Tómate tu tiempo para poder luchar contra el viento. Para atreverte de nuevo a latir, para sentir que sí que estuvo bien confiar.
Tómate tu tiempo, el que necesites. Si no te tomas el suficiente, no cicatrizarás bien. No conseguirás reponerte.
Tómate tu tiempo, es tuyo, pero tómatelo con tiento.
No dudes en cómo y cuánto quisiste, estuvo bien pues lo sentiste. No dudes que hiciste feliz y que desde luego lo fuiste. Ahora no, ahora duele. Ahora rabia, ahora mata.
Tómate tu tiempo para empezar a creer, pasar por odiar, vivir en rencor y finalmente dejar de cargar. Tómate tu tiempo, porque se entiende que lo necesites, porque necesitas entenderlo.
Tómate tu tiempo para volver a dejar entrar tanto como permitiste, tanto como confiaste. Tómate tu tiempo, hazte el favor y llora hasta lo incierto. Porque lo mereces, porque lo padeces.
Porque necesitas hacer las paces.

Tómate tu tiempo, corazón roto, tómate tu tiempo.


domingo, 4 de enero de 2015

QUERIDOS REYES MAGOS

Queridos Reyes Magos:

Me llamo Mikel, tengo 34 años, soy republicano y os escribo desde la certeza de que no existis pero con el impulso de mis deseos.
Este año he sido bueno, y también malo. He fallado a algunas de mis promesas y he visto cómo me faltaban a promesas hechas. Mi corazón ha sido roto el mismo número de veces que ha sido arreglado. He odiado desde el limbo de lo inmoral. He querido desde la indiferencia de la soledad. He sido intensamente yo tanto, que lo he sido inmensamente. He puesto palabras al caos y he caotizado la tranquilidad. He ido y he vuelto un millón de veces de la certeza a la duda y he bailado en el no saber. He sido y he sabido tanto, que me he llevado a doler, pero también me he perdido y he sabido tan poco, que me he visto obligado a crecer. He huído con racional miedo. He confiado con irracional seguridad. He visto gente quererse. ¡Qué valientes son los que aman!, jamás dejará de sorprenderme. He visto gente engañarse. ¡Qué inseguridad! He visto gente mentirme, y he fingido no verlo. He visto gente mirarme, por un pequeño instante. He mentido, y he fingido no hacerlo. He intentado repartir amor pero, o yo no sé repartirlo, o el mundo no sabe recibirlo...o ambos. He cambiado de trabajo tantas veces en mi fantasía, que ya no sé cual es mi profesión. He cambiado mi calor de hogar tantas veces, que ya no sé cual es mi llave. He viajado a tantos lugares que ya no me quedan vacaciones. He creído, una vez más, que el mundo podía funcionar mejor. Convencido de que el amor sana todo, de que la palabra calma. Convencido de que la caricia posa, de que la confianza envuelve. Y me he encontrado con temor. El mundo quiere confiar, pero se le olvida confiarse. Se dedica a enfrentarse, pero se le olvida enfrentar. El mundo finge querer sanar, pero sólo se pone disfraces. Porque a quien le preocupa sanar, se empeña formalmente. He visto a gente abrir los ojos y dormirse. He visto a gente abrazarme y fallarse. 
Por eso, este año, y sabiendo que no existis, sólo os pido una cosa. Que el mundo aprenda a comunicarse, sin miedo, sin ataduras, sin líos, sin fracciones y sobre todo sin interpretaciones. Que el mundo se componga de individuos reales y verdaderos y no de superficiales decisiones. Que el mundo, el de cada uno, sea cierto y equilibrado para que el mundo, el de todos, pueda respirar.

Atentamente

un escéptico republicano creyente