viernes, 3 de enero de 2014

ELLA LO VIO

Estaba a punto de mirar por aquella mirilla, Se estremeció. Cada diminuta y esquelética parte de su cuerpo, temblaba en una intensidad con sordina, en un sin vivir respirando. Era difícil de explicar.
Ella no era así. Hasta entonces, nunca había temblado tanto, nunca había respirado peor.
Desde bien pequeña había sentido curiosidad por aquella mirilla. Una mirilla solitaria, silenciosa, se diría que hasta tímida. Una mirilla que suspiraba cuando se le acercaban. Ningún adulto había mirado a través de ella más de unas milésimas de segundo y ella, desde su tierno chupete, soñaba con alcanzar la altura suficiente para acercar su pupila y descubrir lo que nadie estaba viendo. Estaba segura de que era tiempo lo que le faltaba a la gente, tiempo dedicado a mirar. Mirar, como queriendo entender y no como automatismo negligente. Era una mirilla simple, con una escueta alianza de madera que la rodeaba y una ajada y roñosa tapa, que con el paso de las miradas furtivas había cedido su funcionalidad para pasar a simplemente estar. Una mirilla en medio de una pared sin puerta. Como un ojo sin nada que ver, como una caricia lanzada al recuerdo.
Y por fin había llegado el día en el que, subida en el taburete rojo de la cocina que no sin dificultad había arrastrado hasta allí, descubriría si su intuición tenía más de intención o de realidad. Descubriría si la curiosidad que siempre le suscitó aquel círculo en medio de la nada, sería algo o ya nunca nada más. Subió el pie derecho a la pila de revistas que había colocado para ejercer de escalón y de un impetuoso empujón, apoyó la rodilla izquierda en el taburete y de seguido la derecha. Tintineantes, sus piernas alcanzaron a erguirse y a colocarle ante la mirilla. Cada diminuta y esquelética parte de su cuerpo, temblaba en una intensidad con sordina, en un sin vivir respirando. Acercó su mano a la tapa y la apartó como disculpándose por encontrarla tan rota. Su ojo derecho abrió fuerte su intención...pero nada ocurrió. Al otro lado no había nada. Sólo vio negro. Y rápida apartó su cara de la pared. De pronto recordó que una milésima de segundo quizás no sería suficiente asi que, decidida a no tener prisa por mirar ni por crecer, volvió a acercar el ojo al cristal que, con negra respuesta tenía ante ella. Y esta vez, se mantuvo ahí. Con la pupila bien dilatada y el corazón acompañándole. Y de pronto... lo vio. Sería por el corazón, o quizás por la pupila. Sería por la intención o quizás por el tiempo...nadie habría de creerle si explicara lo visto, pero ella lo vio. Precioso, clarísimo y verdad. Lo vio.


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