sábado, 12 de marzo de 2011

REFLEXIONES DE UN VIAJE EN METRO

Voy mucho en metro, mucho. Y pienso poco en lo que pasa en él. Demasiado poco.

Gente ¿verdad? sólo es gente que te cruzas, que tienen otro camino y desde luego otra función. Son los extras de tu propia película, pero jamás una película en sí.

Sin embargo, hoy he levantado el morro de mi propia e importantísima vida. Y ante mí, una chica lloraba. Con poco dolor si te fijabas en las lágrimas que asomaban tímidas en sus ojos y con una intensísima pena si querías oir aún cuando alguien no habla. El tintineo frenético de las llaves en una mano, el puño apretado en la otra. Un incesante balanceo del pie acompañado de un suspiro contenido en dolor. El mordisqueo nervioso del labio, el ceño fruncido de preocupación. Toda ella era tensión, y lo más importante, contención. Porque al mundo no le importa que sufras, ya sabe que lo haces, le importa que lo hagas en silencio, sin molestar.

Esa chica sufría, y lo estaba pasando mal. Y por encontrarse donde se encontraba no le quedaba otra que contenerse. Algo estamos haciendo mal cuando alguien está rodeado de gente y no sólo tiene que sufrir sólo si no que además, en la medida de lo posible, ha de no molestar.

Aparentar que todo va bien. Eso le importa a esta sociedad. La apariencia. Y el humano vive en sociedad, así que aparenta. El problema es que pocas cosas minan más a un humano que tener que aparentar lo que no se es, lo que no se siente.

Y no estoy hablando de pasar a vivir sin ningún tipo de control, no. El autocontrol no es lo mismo que la contención. La contención consiste en no dejar salir una emoción y el autocontrol consiste en controlar la velocidad de esa salida.

Todos lloramos, necesitamos apoyo. Todos sufrimos. Todos disfrutamos. Todos la cagamos, todos acertamos. Todos nos condenamos sin necesidad y todos nos perdonamos sin motivo. Todos pensamos tonterías y todos pensamos cosas relevantes. Todos somos felices y todos somos infelices.  

Todos somos optimistas, es sólo que las emociones condicionadas del pasado condicionan el optimismo haciéndonos creer que es pesimismo.

Si todos somos, pues seamos. Y mejor aún, dejémonos ser. Y para eso, no juzguemos.

Será un poco loco, pero el mundo está lleno de historias. Vivimos rodeados de historias. En el metro, en el bus, en la cafetería, en el restaurante, alguien estará infinitamente triste, alguien contento, alguien relajado, alguien angustiado. Habrá alguien que vaya a conocer a su nuevo sobrino y habrá quien irá a despedirse de su único y verdadero amor. Habrá alguien que viene del dentista, quien vendrá de su primera cita  y alguien de su primera ruptura.

Sólo nosotros somos capaces de cruzarnos tantas vidas y no ver ninguna, o peor, sólo ver la nuestra. ¡Qué pena! , ¿no?

1 comentario:

  1. Preciosa!! permiteme que comparta esta reflexión con parte del resto de ese mundo por el face. Besosss

    ResponderEliminar