lunes, 13 de febrero de 2012

ASÍ EMPIEZA TODO

Paseaba, una vez más. Buscando el respirar, buscando el pensar y llegar a oirse. Paseaba como buscando calma, serenidad. Cada paso una respiración, cada paso un avance. Estaba a punto de llegar al peine del viento. Recordaba muchos momentos en aquel lugar. Recordaba haber estado alli un día de gran tormenta. Perfectamente tapada por el chubasquero y los pies recogidos en unas coloridas katiuskas que su madre había comprado un día de mercado en Amara. Tendría unos nueve años cuando aquella gigante ola rompió contra uno de los peines. A ella le pareció el espectáculo más precioso que jamás había visto y en aquel instante supo que aquel lugar sería especial para ella. El peine del viento llevaba más tiempo allí que ella en la Tierra. A ella se le hacía difícil pensar que la gente hubiera podido vivir hasta entonces sin ese lugar en sus vidas. Le parecía una maravilla de Chillida, una delicia nacida de las ideas de un genio. Ahora tenía veintinueve años y todo había cambiado, salvo el respeto con que cada vez se acercaba a aquel lugar. Era alta y esbelta. Tenía una melena rubia preciosa que dejaba suelta cuando salía del trabajo y que recogía elegantemente cuando entraba a la oficina. Trabajaba en un bufete de abogados de la Avenida de Madrid desde hacía algunos años. Aunque todo el mundo le auguraba un futuro prometedor como letrada, ella comenzaba a dudar de su elección y de encontrarse realmente en la vida que sentía necesitar. Dudaba del futuro que ya veía ante ella. Un futuro sonriente que la gente envidiaba y en el que ella veía una sonrisa socarrona que no traducía como felicidad. Y cada tarde, salía de la oficina y bien lloviera bien hiciera sol, bordeaba el Hotel Londres y tomaba el paseo de la Concha, en dirección al Peine del Viento. Era algo que se había convertido ya en un impulso vital que le impulsaba a respirar profundamente aquel peinado aire para poder seguir decidiendo en su vida.
Donosti era una ciudad pequeña, de unos ciento noventamil habitantes. Era una ciudad que vivía principalmente del comercio y del turismo. Los últimos años además, con festivales internacionales como el de cine o el de Jazz, había adquirido una  proyección internacional que había hecho de ella una ciudad que comenzaba a tener inquietudes, a abrir miras y a querer dejar entrar otros ojos y sus miradas. Los jóvenes de pronto se interesaban más por conocer otras culturas, otras ideas y otras formas de pensar. Por fin se empezaba a saborear la verdadera libertad.
Llegó, se sentó y dejó las piernas colgando del lado del mar. Tomó aire profundamente varias veces. Pero algo le cortó la respiración. Algo que a partir de ese momento, cambiaría su vida.


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