Napoleón
miraba estupefacto y con miedo lo que tenía a su alrededor. Un
hombre que se hacía llamar Isaac, sostenía absorto y reflexivo la
manzana que acababa de golpearle la cabeza. Al mismo tiempo, otro
hombre se encontraba junto a un barril lleno de agua y, sonriente,
cada vez que se metía en él gritaba ¡Eureka! Sintió escalofríos,
todo era extraño. Trató de huir colina arriba pero en el camino se
encontró a un hombre que tenía en sus manos una calavera . ¿Ser o
no ser? Quizás era sólo un loco... No lejos, otro clavaba un tablón
que señalaba hacia el Este y que rezaba ''hacia las indias,
bordeando África''. Saltó tras un arbusto. En una mesa cercana, un
anciano loco, con la lengua fuera, charlaba animadamente con otro
hombre que parecía obsesionado por los guisantes. Un señor con una
bombilla y cara de idea y un hombre con corona de laurel, le miraron
fijamente a los ojos. Creyó desvanecer...pero una mujer, con una
loca falda blanca le atrapó justo antes de que tocara con el suelo.
Sus labios eran preciosos, su lunar cautivador. ¿Qué estaba
ocurriendo? Se preguntó mientras despertaba. Llegaría tarde al
examen de historia...
.AQEIS.
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