sábado, 22 de agosto de 2015

HABÍA UNA VEZ

Había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada. De fría fantasía, de dudosa morada. A la que le prometieron que sería querida. De perfecta manera, de caricia certera.  Que viviría un cuento de hadas. De lindos finales, de poesías reales. De opciones doradas. Que sabía que aquello no ocurriría. De dolido corazón, de lacerante razón, de sueño que moría. Pues había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada.  De triste mirada, de mentira arraigada. A la que se le rompieron los ideales. De perfectas maneras, de caricias certeras. Que le dio una patada al cuento de hadas. De farsantes finales, de poesías vitales. De mierdas doradas. Que sabía que no quería ser princesa. De innecesaria corona, de sonrisa burlona. De esperanza que cesa. Así que había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada. De calmada mirada, de estrecha entereza. A la que le nació una sonrisa. De inquieta soledad, de felicidad dorada. Que sabía que no era amada. De infinita manera, de autoestima que recupera. Que supo levantar la cabeza. De digna fuerza, de tristeza sin pereza. Pues había una vez una princesa preciosa. De bello cabello, de tez hermosa. Una princesa enamorada. Que siguió adelante ya que hasta el inffinito quedaban pasos de gigante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario