martes, 18 de agosto de 2015

EL VACÍO

Pedro era un niño introvertido. Un niño de esos que las demás madres consideraban raritos. Tenía el pelo corto y graso. Tenía unas largas pestañas y una sonrisa burlona. Tenía una afilada lengua que casi siempre conseguía contener con pensamientos. Era zurdo y sólo sabía hacer la lazada bien en su zapato izquierdo. Tenía estrabismo y casi siempre vestía de manera desaliñada. Desde bien pequeño llevaba con él una pequeña bolsa roja colgando de su codo derecho. Su madre murió siendo él muy pequeño. Su padre jamás superó la muerte de su mujer y Pedro fue criado por su tía Inés. Inés era una mujer bondadosa, de esas que no te dan consejos porque saben lo insignificante de su opinión. Tenía una manera distinta de ver la vida. A veces, como decía ella "me pincha el pensamiento como desde lo más básico y me revuelvo sin entender absolutamente nada más que la certeza de que soy la única que sabe que no está entendiendo". Pedro adoraba a su tía. No entendía muy bien por qué. El era un niño, sencillamente la adoraba. Había en ella algo de maga  que le embriagaba y algo de bruja que le divertía. Ella fue la que, con motivo de la muerte de su madre, le había regalado aquella bolsa roja y le había dicho "llénala de lo que quieras, hay sitio para lo que tú decidas".
En más de una ocasión Pedro se había encontrado mirando aquella bolsa. Viendo su fondo y sabiendo que estaba completamente vacía. Estupefacto ante la duda. ¿Estaba vacía porque lo estaba o estaba vacía porque aún no había decidido nada?. 
Un día en el patio del colegio, los chicos que siempre se reían de él, comenzaron a burlarse y a chincharle porque su ojo estaba torcido. Ya se habían metido con él en otras ocasiones y, aunque con dolor, había conseguido no hacerles caso. Sin embargo, esta vez, un nuevo pensamiento cruzó su ático " si, está torcido, y sin embargo veo con él mucho más recto de lo que ellos jamás lograrán"" a quién le importa un ojo torcido, a mí no". Y de pronto, sintió que la bolsa roja pesaba un poco más. Miró dentro y una viva sonrisa alcanzó su boca. Eufórico, corrió a casa y le enseñó la bolsa a su tía Inés.  "yo no veo nada" le dijo ella "para mi está vacía". "pero tía, he notado el peso y mira, fíjate bien, dentro hay algo". Inés volvió a asomarse e hizo una mueca de indiferencia "vacío" repitió.
Pedro sintió que el peso de la bolsa disminuía. Qué lástima, ahora que empezaba a llenarla...¿debía dejar que se vaciara o debía sostener firme su peso? No sé, se dijo. Y volvió a sentir el peso. El peso del vacío. El vacío lleno completamente, de lo que decidió en ese momento.







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