jueves, 14 de abril de 2011

MALENTENDIDO

Si hubiese sido capaz de trasladarle ese mecanismo, no habría sufrido tanto... o quizás sí, ¡quién sabe! El mecanismo se adquiría de una manera muy sencilla. Viviéndolo. Viviendo el calmarse. Pero quizás no fue así, o no fue suficiente. Quizás nunca se lo supo transmitir porque ni siquiera lo tenía. Ya daba igual, acababa de morir.

Sólo le quedaban unos minutos antes de tener que irse para siempre y no recordaba ni un solo momento feliz en su infancia. No había sido una niña feliz. Había sido una niña con todo menos felicidad. Porque la felicidad se labra en calma, en refuerzo, en pasiones, en convicción. La vida es muy caótica cuando es nueva y no está explicada. Y a ella, no se la habían explicado, no se la habían sentido. Ella se recordaba traicionada, en envidia, inquieta, insignificante, nerviosa, culpable, descontrolada, en desequilibrio, en soledad...no sabía definir la vida calmándose. No sabía sonreirse recordándose niña. Ella se recordaba loca. Nunca había sentido que era correcto que existiera.
Le daba pena, porque sólo ahora que dejaba de existir comprendía que la felicidad era estar convencido de existir. Sin culpas, sin sufrimiento y en calma. Por lo menos, la suya.

Pero eso ya daba igual. Los párpados del alma le pesaban toneladas. La paz llegaba en forma de fin. Si tan sólo se hubiera comprendido antes...habría vivido feliz su vida en vez de su muerte. No guardaba ningún tipo de rencor. Justo ahora comprendía que no había culpa, ni necesidad de ella.

Quizás nada había sido como lo recordaba aunque todo lo hubiera sentido como lo sintió. Menudo malentendido...


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