miércoles, 17 de febrero de 2016

QUIÉN SABE

Se quedó mirando el reloj, como esperando que éste accediera a sus deseos y se detuviera por unos minutos. Los necesitaba. La decisión era inminente y las dudas aún eran gigantes en su interior. Intentaba sopesar los pros y los contras de ese momento, necesitaba aire para poder pensar si la decisión que tomaría, sería la correcta. Pensó en si realmente existiría una decisión incorrecta en consecuencia. Pensó en si los caminos que no había tomado en su vida determinaban mucho más su situación actual que los caminos que sí había tomado. Quizás todo era determinante. Quizás tanto la decisión como las opciones construían una vida. O la destruían. Tomó los bordes de su chaqueta y los cerró fuertes contra su pecho. Hacía más frío del que ella esperaba. Se arrepintió de no haber cogido una bufanda, con la azul habría bastado para sentirse un poco reconfortada. Se sintió traicionada por el sol. Desde casa, todo parecía más cálido. ¡Qué mundo más frío!, pensó. Las noticias de aquella mañana invadieron sus pensamientos, como un ataque furtivo que consiguió que, por un instante, olvidara la situación en la que se encontraba. La decisión, debía tomar una decisión. Observó a la gente que esperaba con ella. Nadie parecía dudar. Siempre le había resultado curioso observar a la gente en la calle. Nadie parecía enfermo, ni sufrir, ni plantearse nada. Quizás el mundo entero vivía sin pensar, llevados por una inercia externa que jamás deja lugar a la inercia y peso interno. Quizás la capacidad de reflexionar era lo que convertía al humano en ese ser poéticamente más inteligente y prácticamente más estúpido, insensato y autodestructivo. Quizás, aquella decisión, sin reflexión, habría sido lo mejor. Pero ella ya se encontraba planteándosela. Tarde. Tarde para delinquir ante la razón y dejarse llevar por el no haber pensado. Estúpida planificacón, se dijo. La anciana  que estaba a su derecha estornudó y la sacó de nuevo de sus marismas mentales. Como no se cuide, pillará una neumonía, se dijo víctima de sus miedos. Había nacido prematura, y desde pequeña arrastraba esa inmadurez pulmonar que tarde o temprano le llevaba a tener crisis asmáticas, o frecuentes catarros. Sus pulmones parecían representar lo que su emoción no llegaba a expresar. Qué difícil era respirar bien en medio de tanta contaminación, tantas decisiones y tanta inestabilidad. El gobierno aún no se había formado pero ella sentía que vivía igual. Un país sumido en un patio de colegio, perdido entre dimes y diretes, entre corbatas y botones sueltos. La pantalla de la parada comenzó a parpadear. Ambos autobuses llegaban a la vez. Ambos le servían. Ambos le llevarían al mismo lugar pero haciendo distinto recorrido. ¿cuál coger? Tomó el segundo y en cuanto subió, abrió fuerte los ojos, como esperando ver dentro del autobús alguna señal o mirada que cambiaran su vida. No encontró nada fuera de lugar. La gente le miró como extraña que era, y pasados unos segundos ya formaba parte de ellos. Quizás sólo es cuestión de tiempo que uno encuentre su lugar, se dijo. Quizás unos segundos bastan para cambiar la percepción de estar fuera de lugar. Quizás ambos autobuses le esperaban con esas miradas anónimas porque lo único que tenía que aprender esa mañana era a estar, y cualquiera de las dos decisiones, le habrían llevado a comprenderlo. Quizás si, o quizás no. Quizás decidir era y sería siempre algo más que sólo caminar hacia algún sitio. Quién sabe.


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